La evolución del ferrocarril hace que estaciones y líneas que antaño bullían de viajeros y circulaciones acaben siendo reemplazadas por terminales más modernas o terminen perdiendo sus trenes al cerrarse la línea a la que daban servicio, cayendo en el abandono y la ruina. Otras, por fortuna, acaban albergando otras funciones ajenas al ferrocarril, reconvertidas en mercados o en museos. Un ejemplo de esto último es la antigua estación de Orsay, en París, que actualmente alberga una de las colecciones de arte más importante de la capital francesa: el Museo de Orsay.
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Sello postal conmemorativo de la inauguración del Museo de Orsay. (Fuente: Phil-Ouest). |